Planeta metroniano


El Metro es otro mundo, como bien reseñaba Henrique: ¿¿Cómo es eso de que la estación está en curva y de que debemos tener cuidado al salir para no introducir el pie entre coche y andén?? En todo caso, seriá entre "el coche" y "el andén", porque el castellano exige bla ble bli blo blú, el burro eres tú. Además, ¿en serio creen que con esa frase que se escucha por el altavoz justo cuando los vagones están por detenerse ponen al tanto a alguien del "peligro", si es que lo hay? Otra cosa: quedé asombrado con el respeto, el buen trato y la "caballerosidad" -aunque también sea una práctica dentro del sector femenino por igual- que salen a relucir cuando uno va atravesando las puertas del Metro. Cuando uno sale, resulta que hay que voltear y ver si hay alguien que nos viene siguiendo porque de darse el caso hay que esperar y mantener abierta la puerta hasta que nuestro perfect-stranger la haya alcanzado. La intención es no dejarle ir la puerta. ¡¡Qué amables son!! ¡Qué cálidos! Pues eso sí que contrasta con el trato frío de muchos españoles y españolas en la vida cotidiana, en otros ámbitos donde uno esperaría, un poquito de mmmm... (vamos a ver, qué pongo aquí) ...de calor. Y de las cosas que me gustan es eso de ir calculando en qué puerta meterse para luego, en la estación que a uno le toca bajarse, salir justamente donde corresponde y no tener que caminar de más hacia la salida o al acceso de la línea a la que hay que pasarse. Y eso de salir al mundo exterior en ascensor es una experiencia asimoviana, uno siente que ha salido de 7,000 metros bajo tierra.

Debo admitir que me tardé en descubrir esas calcomanías que están pegadas en las ventanas que corresponden a los asientos del Metro, cerca de la puerta, que dicen que el asiento está reservado para ancianos, ancianas, embarazadas o que tienen dificultades locomotores. Más de alguna vez, presiento, alguien me miró raro por eso.

Hasta aquí, con las reflexiones Metronianas.

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